El contacto permanente y maravilloso con diferentes organizaciones, de diferentes sectores, diferentes ubicaciones y diferentes personas permite extraer aspectos comunes que se producen en, prácticamente, todas ellas.
Cuando trabajamos en consultoría o formación y tratamos el tema de las aportaciones para cambios más eficientes en las empresas, siempre nos surgen los mismos comentarios por parte del ecosistema humano de la organización:
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Pero la más dolorosa de todas, al menos para mi, es cuando nos dicen:
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Hemos hablado mucho acerca de lo fundamentales que son las personas en una organización.
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Y, sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, sus opiniones no son tenidas en cuenta.
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Hemos hablado mucho acerca de la importancia de contar con personas autónomas en las organizaciones.
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Y sin embargo no se les da la autonomía suficiente para que desarrollen todo su potencial y lo pongan al servicio de la organización. Las personas suelen estar encantadas de poder hacerlo, pero también hay que enseñarles a hacerlo.
Cuando se quiere que una persona tenga autonomía, realice propuestas de mejora en su puesto de trabajo, colabore con el resto del equipo o se implique y comprometa con el proyecto, es necesaria una ‘educación’ inicial. Cuando se comienza a trabajar en una empresa no se sabe nada acerca de la cultura, la filosofía o los hábitos de esa organización.
Al igual que se le explica, a la nueva persona, cuál debe ser su desempeño y de qué se encargará, también es muy importante contarle acerca de cómo se hacen las cosas dentro y no esperar a que lo descubra por sí misma. Contarle acerca de la filosofía y el carácter de la organización es tan importante como indicarle qué tiene que hacer.
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El qué (debe hacer) y el cómo (debe hacerlo) apartan la incertidumbre y enfocan hacia el resultado.
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Dedicar tiempo a esa fase de educación en el asunto y en la forma puede resultar un poco más lento inicialmente, pero es infinitamente más eficiente en el medio y en el largo plazo.
Para un responsable de personas supondrá una elevada motivación el hecho de mirar hacia atrás y comprobar el equipo que ha desarrollado.
Trabajar de esta manera requiere de altas dosis de planificación, paciencia, perseverancia y revisión continua.
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Uno de los aspectos que desmotivan más a las personas con las que hablo de estos temas es que las sugerencias y propuestas que realizan se suelen quedar en el limbo de la nada.
Esto quiere decir que lanzan propuestas (quizá el canal no es el adecuado) que nunca son respondidas, ni en una dirección, ni en otra. Ni para ponerlas en marcha, ni para indicar por qué no
Tan sólo en algunos casos se percibe que algo cambia en la dirección de la propuesta que se había realizado y la persona que la propuso intuye que debió ser interesante. Pero no suelen darle las gracias por esa buena iniciativa.
Ahora bien, la callada por respuesta es lo peor que se puede hacer si se desea tener equipos y personas talentosas, implicadas y comprometidas. Porque al no decir nada, la persona no sabe si fue buena idea o no, si lo hizo mal o si lo hizo bien. Esta sensación provocará, con facilidad, que deje de hacer propuestas que no reciben respuesta, lo que provocará, a su vez, menor iniciativa y menor autonomía a la hora de afrontar el día a día. Se está perdiendo, claramente, talento.
Para poder dar respuesta a todas estas iniciativas, lo ideal es crear los canales adecuados para ello, de tal manera que las ideas no se aporten en los pasillos o en despachos de la empresa, sino en el canal o los canales habilitados para ello. Y cuando se reciben, pasarlos a su responsable para que reflexiones sobre ellas y busque el hueco para argumentar por qué puede o no puede interesar esa idea propuesta.
La persona que se siente escuchada y contestada convenientemente estará preparada para aportar más ideas a la organización. Y está demostrado que un porcentaje interesante de propuestas mejoran la eficiencia de la organización a través de la mejora de procesos, la reducción de despilfarros o el incremento de la colaboración.
¿A qué estamos esperando?
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#52SemanasDeInteligenciaEmocional
Nuestra sociedad necesita de personas empáticas en todos los niveles profesionales y personales.
Vivimos tiempos cambiantes, complejos e inciertos en los que comprender a los demás es una necesidad prioritaria si se quiere avanzar en un desarrollo personal y conjunto con solidez.