Cuando doy formación en gestión del cambio o en los módulos de comportamientos limitantes de nuestra Certificación en Coaching Ejecutivo y Organizacional, los alumnos y alumnas se emocionan, toman consciencia de que se pueden cambiar cosas importantes en su vida y quieren cambiarlo todo de golpe.
Y yo, después de darles las pistas para que se produzcan los cambios, llego con la mala noticia de que si lo intentan todo de golpe, no conseguirán cambiar nada.
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Nuestro cerebro está programado para el cambio. Le cuesta, pero está programado para ello. Siempre mantiene una lucha interna entre permanecer en la zona de comodidad o hacer cosas diferentes y ampliarla para sentir un confort más amplio.
En realidad a nuestro cerebro le va muy bien aprender cosas nuevas. Pero sin pasarse. Si se le pide todo de golpe se producirá el caos o entraremos en pánico o cualquier otra cosa indeseable.
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Los cambios deben consistir en pequeños hitos continuados en el tiempo.
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Si tenemos un objetivo muy grande, debemos dividirlo en porciones e ir consiguiendo pequeños hitos. Lo más importante de ir dando pequeños pasos es que estamos obligando a nuestro cerebro a acostumbrarse al cambio, por lo que, con el suficiente entrenamiento, cambiar pequeñas cosas nos acabará costando poco… porque nos habremos acostumbrado.
Por el contrario, si deseamos cambiarlo todo de golpe, lo más probable es que nos estrellemos.
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Pongamos un ejemplo sencillo. Tenemos ante nosotros una escalera de 10 peldaños. Si queremos subirlos todos de golpe, lo más probable es que no lleguemos o, incluso, que nos hagamos daño al intentarlo. Subir la mitad (5 peldaños) también nos va a costar un gran trabajo y nos va a dejar sin fuerzas para subir los escalones restantes. Si subimos de 3 en 3 llegaremos pero, quizá, con mucho cansancio. En cambio si subimos de 2 en 2 o de 1 en 1, quizá tardemos un poco más al principio, pero llegaremos a la cima con toda seguridad.
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Una vez que hemos llegado a la cima y miramos hacia abajo somos capaces de ver con claridad el camino recorrido. Y la sensación de haber llegado al final de un camino nos aporta, en primer lugar, una satisfacción inmensa.
Además, haber conquistado la meta nos aporta una dosis extra de seguridad interior y confianza interna.
Y también haber ido con lentitud, disfrutando del esfuerzo empleado y del camino recorrido, nos habrá permitido aprender aspectos interesantes que están en nuestro interior para poder utilizarlos en el futuro, cuando recorramos nuevos caminos.
Esta forma de cambiar está basada en la filosofía japonesa del kaizén: pequeños pasos, grandes resultados.
La filosofía kaizén es de tremenda utilidad en las organizaciones. Cuando una persona entra a formar parte del equipo, si se le enseña con este método, sus resultados pueden tardar un poco más, pero, a ciencia cierta, van a ser más sólidos y van a perdurar mucho más en el tiempo.
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Un secreto importante del cambio es que las cosas que se quieren cambiar suelen estar relacionadas. Esto quiere decir que cuando nos ponemos a trabajar, con perseverancia y esfuerzo, en el cambio de alguna cuestión en concreto, va a haber otras que van a cambiar, por la propia inercia del cambio, al estar íntimamente relacionadas.
Sucede en todos los procesos de coaching. Por ejemplo, un responsable de personas desea mejorar su comunicación con el equipo. A medida que avanza el proceso aparece que es una persona desorganizada y que no escucha adecuadamente, por lo que se pierde un montón de información. La comunicación, el orden y la escucha están relacionadas en esta persona. Cualquiera de los tres aspectos sobre el que ponga el foco para trabajarlo modificará, irremediablemente, a las otros dos aspectos.
La moraleja es que aunque parezca que se tienen que cambiar muchas cosas para alcanzar un objetivo, en realidad cuando se inicia el camino del cambio, hay otras cosas que se van a modificar de manera relacional, lo que proporcionará una mayor satisfacción, seguridad y confianza en la persona.
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Si existe una metodología totalmente aliada con el cambio, esa es el Coaching.
Tanto un proceso de formación en Coaching, como un proceso de Coaching, cuando se hace bien, actúa como una especie de teletransportador desde el punto donde la persona está, hasta el punto donde desea estar.
El teletransportador no siempre va en línea recta, por lo que hay que tener paciencia y no desesperar cuando las cosas, temporalmente, no salen como se deseaba. En eso consiste el aprendizaje.
Lo que sí es cierto es que no he escuchado nunca nada malo acerca de una buena formación en coaching o acerca de un buen coach. Al contrario, se suele recomendar. Los cambios son tan profundos, tan sanos y tan duraderos que merece la pena recorrer el camino.
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Cada persona desarrollamos nuestra personalidad y nuestro carácter por cuestiones endógenas (ADN) a las que se unen cuestiones ambientales. Nuestro entorno nos influye, al igual que lo hacen las creencias que nos inoculan en la infancia y que no solemos cuestionarnos por eso… porque son creencias que actúan en automático en nuestro interior.
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Los cambios personales con como duras travesías por el desierto.
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Personalmente denomino a los procesos de cambio como ‘travesías por el desierto’. A veces te encuentras un pequeño oasis y lo disfrutas pero, en general, son trabajosas y se pasan calamidades.
Ahora bien, cuando llegas al final del recorrido, cuando sientes que tu vida es genuina y miras hacia atrás y analizas todas las dificultades superadas, la satisfacción es inmensa y la serenidad interior muy alta.
Cuando las organizaciones potencian que sus personas realicen estas travesías por el desierto, la gratitud de cada persona por esta oportunidad es máxima. Y la satisfacción de la organización por acompañar en el desarrollo de la felicidad de su gente debería ser el máximo galardón que puedan recibir.
Y concluyo este post refiriéndome a las palabras del admirado Eduard Punset, ‘la felicidad está en el camino a la felicidad’.
Las herramientas están en tus manos, están en tu interior. Sólo tienes que decidir cuándo iniciar la travesía.
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