Los rumores se propagan en las organizaciones cuando se producen hechos que no van a acompañados de la información adecuada. El cerebro humano no puede evitar rellenar la información que le falta para evitar, en la medida de lo posible, el sufrimiento que provoca la incertidumbre.
Por ello, las épocas de cambios internos son un caldo de cultivo especial para que proliferen los rumores que llegan, en muchos casos, a sustituir a las comunicaciones oficiales o adquieren tanta fuerza que son más creídos que la comunicación oficial de la empresa. Y esto puede frenar la implantación de esos cambios que pueden ser cruciales para el buen funcionamiento de la organización.
Este motivo tiene la suficiente fuerza como para que la alta dirección de la empresa se encargue de determinar los canales adecuados para una buena comunicación formal y para que la enfermedad de la rumorología no se desarrolle entre sus equipos.
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El nivel de rumorología en una organización actúa como un termómetro de la calidad de la comunicación interna.
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La alta dirección, sin embargo, no está siempre por la labor de desarrollar esos canales formales y adecuados al uso habitual de los colaboradores. En algunos casos se considera una pérdida de tiempo laboral y, en otros casos, se considera que los colaboradores no tienen por qué saber demasiadas cosas acerca de la empresa.
Y no se dan cuenta de que cuanto más ocultan cosas, más potencian la incertidumbre y la aparición del virus de la rumorología.
Las empresas necesitan que la comunicación fluya adecuadamente para poder afrontar todos los cambios que se producen continuamente.
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Las organizaciones donde mayor número de rumores se producen son aquellas donde la dirección maneja ‘información secreta’. Ese secretismo provoca que la gente mal interprete o exagere la poca información que ‘pilla’, convirtiéndola en rumores que provocan una alta contaminación ambiental y que pueden llegar a ser muy dañinos para la organización.
Cuando una empresa establece canales de comunicación oficiales y trata la información con transparencia, la rumorología disminuye a nivel ambiental y mejora considerablemente el clima laboral y la productividad.
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Los rumores conllevan una gran pérdida de tiempo y, sobre todo, desgastan mucho a nivel emocional.
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Pensemos en una empresa en la que existe un alto nivel de rumorología. Ante la incertidumbre, los colaboradores rellenan con información errónea un hecho que se pueda producir, por ejemplo la incorporación de un nuevo compañero que no es presentado formalmente. Hay personas que pueden pensar cualquier cosa al respecto del nuevo: que viene a ocupar su puesto, que será su nuevo responsable, que ha sido contratado para vigilar lo que hacen los demás en la sección… sí, sí, pueden parecer ideas de perogrullo, pero la realidad de las empresas es tal cual se ha descrito. Esa rumorología se puede llegar a exagerar y puede llegar a darse la situación de que ese nuevo compañero, por ejemplo, sea encasillado de manera injusta y hasta puede llegar a generar un conflicto interno en la organización.
¿No hubiera sido más fácil realizar una presentación formal de esa persona entrante y que todo el mundo supiera, a la vez, qué puesto va a ocupar?
La realidad es que no se piensan las cosas. Cada uno camina con su mapa mental por la vida y personas influyentes dentro de una organización, en ocasiones, llevan a cabo acciones en base a la información que ellos tienen pero que los demás no, que provocan incertidumbre y, en consecuencia, el incremento de la rumorología en la empresa. Una vez que esto ocurre, hay que dedicar tiempo a dar la información que haga disminuir la rumorología, con el correspondiente desgaste energético que esta situación acarrea.
Lo más conveniente, cada vez que se vaya a realizar una acción, por insignificante que esta pueda parecer, es recomendable tener en cuenta estos tres sencillos puntos:
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Si las personas influyentes en una organización se habitúan a actuar de esta manera, la comunicación interna se tornará mucho más sencilla.
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Ahora bien… cada colaborador elige siempre entre alimentar ese rumor, poniéndole un poquito más de su cosecha de exageración y algún toque de malicia o neutralizarlo para que no siga creciendo.
Sócrates fue un filósofo griego al que, hace ya más de 2.000 años, no le interesaban mucho los rumores sobre los demás. Así que, cada vez que alguien le llegaba con algún chisme, ponía en funcionamiento sus tres filtros para cerciorarse de que la información era interesante. La técnica de los tres filtros resulta tremendamente útil para purificar la información que se está recibiendo.
¿En qué consiste esta técnica?
Supongamos que Sócrates está placidamente reflexionando en el ágora griego y un discípulo llega hasta él y le dice:
– ¿Sabe lo que he averiguado sobre su amigo?
A lo que Sócrates, muy inteligentemente, le responde:
– ¡Un momento! Antes de que continúes hagamos el juego de los tres filtros con esa información que traes. Debes responderme a las siguientes preguntas:
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El discípulo contesta negativamente a las tres preguntas, por lo que Sócrates concluye:
Si lo que me vas a contar no sabes si es cierto, no es bueno ni me va a reportar ninguna utilidad, entonces… ¿para qué quiero saberlo?
Pasar los tres filtros de Sócrates (verdad, bondad y utilidad) permitirá cerciorarse de que la información recibida es de utilidad. Si no tenemos en cuenta estas tres importantes cuestiones y hacemos uso de una información no contrastada, estaremos contribuyendo a expandir un virus dentro de la organización.
En nuestras manos está neutralizar los rumores que nos llegan cada día con esta técnica o de otras muchas maneras.
El tiempo pasa muy rápido como para perderse en los enredos de la información poco fiable, que desgastan y pueden generar conflictos.
Y en tu empresa… ¿hay mucha rumorología?
#52SemanasDeInteligenciaEmocional