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Ikigai, para un japonés, significa una razón para ser.
Es ese algo abstracto que te moviliza cada día. Quien encuentra su Ikigai vivirá plenamente sus días.
Descubrir el ikigai es algo muy potente. ¿Se podría trasladar una herramienta de desarrollo personal tan impactante como el Ikigai al entorno corporativo? ¿Qué tendría que darse en una organización para poder encontrar su Ikigai?
Se puede trabajar con el descubrimiento del Ikigai en la empresa en dos sentidos:
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Se tienen que dar, fundamentalmente, dos condiciones: que la empresa quiera descubrir cuál es realmente su propósito como organización y que la empresa sea generosa con sus personas para facilitarles el descubrimiento de su razón de vivir.
En cuanto a la primera condición, si la empresa quiere descubrir su propósito, su misión, la reflexión que propone el Ikigai puede ser de mucha utilidad. Esta reflexión permitirá a la organización conocer cuáles son sus valores diferenciales o en qué es realmente buena trabajando esa organización.
Realizar una reflexión de este tipo requiere de mucha apertura a la realidad, a investigar y a analizar cómo se ve a la organización desde fuera y qué es lo que de verdad se quiere conseguir. Requiere de mucha capacidad de escucha para conocer lo que se quiere de la organización. Requiere de saber aceptar aspectos que, quizá, no se han tenido en cuenta y esa investigación los saca a la luz. Requiere de formularse muchas preguntas que antes nunca se habían realizado. Lo cierto es que cuando una organización encuentra ese punto central entre lo que de verdad ama hacer y hace bien, cobrando un justo precio por ello y ayudando con su labor al mundo, el éxito llega. La claridad y la honestidad son cuestiones que se valoran cada vez más por los clientes. Una empresa coherente llega más al corazón de las personas.
Este ejercicio de profundización resulta más sencillo de realizar en organizaciones más pequeñas en las que los intangibles empresariales adquieren una mayor dimensión. En cualquier caso, hay que ser muy valiente para realizar este ejercicio a nivel corporativo.
En cuanto a la segunda condición, la empresa debe tener un componente de generosidad elevado, porque facilitar a sus colaboradores y colaboradoras la búsqueda de su Ikigai puede suponer, por ejemplo, pérdida de talento.
Pero… ¿qué pensarías si tu empresa te facilitara la búsqueda de tu razón de ser para que fueras una persona definitivamente más feliz en tu vida?
Lógicamente puede que una persona descubra que ese no es su lugar. Quizá mejor así. Porque si no es su lugar, tarde o temprano lo acabaría descubriendo. Y también se marcharía. Ahora, aquellas personas cuyo Ikigai esté alineado con el propósito y la misión de la organización pueden desarrollar una carrera meteórica dentro de esa estructura que les permite levantarse, cada mañana, con una motivación adicional. Por tanto, esa generosidad trae de vuelta compromiso.
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En la época de los 80, con sólo 20 años, Ricardo Semler heredó la empresa de su padre, de fabricación de maquinaria para el ejército naval, que contaba con más de 800 colaboradores y una estructura muy jerarquizada. Cuando Ricardo se hizo cargo de la empresa, las cosas no iban bien. Así que se dedicó en cuerpo y alma a salvar la empresa familiar y lo consiguió, pero a los 23 años sufre un ataque de estrés que le obliga a replantearse cómo estaba haciendo las cosas.
Es la historia de Semco, reflejada en un libro escrito por él hace más de 30 años.
Ricardo toma la decisión de cambiar toda la cultura de la empresa, empezando por él mismo y comunicando sus propios cambios a todos sus equipos. Consigue que la empresa pase de una estructura basada en el control a una estructura basada en la confianza.
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El crecimiento y los beneficios son producto de cómo la gente trabaja en equipo. (Ricardo Semler)
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En la década de los 80 consigue cosas que a muchas organizaciones actuales les gustaría tener: equipos auto-organizados que toman decisiones que afectan positivamente a la compañía. La transparencia se instaló como parte de la cultura y esto provocó un nivel de justicia mayor en las personas.
Las revolucionarias ideas de este chaval de 20 años que se vio abocado a hacer las cosas de una manera diferente han dado lugar, incluso, al Semco Style Institute, donde se desarrollan programas para, entre otras cosas, pensar de manera disruptiva.
Hay cuestiones que pueden parecer inimaginables y, aún así, se pueden convertir en realidad. En un mundo tan loco, tan veloz y tan incierto como el actual, la valentía y la disrupción son valores en alza en los puestos de máxima responsabilidad.
Hacer cosas nuevas y creer en las personas puede conducir a las organizaciones por caminos realmente exitosos.
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#52SemanasDeInteligenciaEmocional