La empatía es un concepto cuya definición es ampliamente conocida, pero su aplicación deja mucho que desear. Todo el mundo puede explicar lo que es la empatía, pero costará más encontrar ejemplos concretos en el día a día de cada persona. Es más, si se observan los comportamientos de las personas en cualquier lugar, se detectarán muchos más ejemplos de falta de empatía que de utilización de la empatía.
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No tenemos tanta empatía como creemos tener.
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La empatía supone comprender cómo se siente otra persona, sin, necesariamente, estar de acuerdo con ella. Empatizar con alguien no es pensar de la misma manera, sino comprender y sentir cómo se siente, cómo le ha afectado una situación, aunque no esté de acuerdo con su forma de interpretarlo.
Es más… la empatía me va a permitir comprender el mapa mental de la otra persona, sin cuestionar si su mapa es bueno o malo, mejor o peor. En muchas ocasiones nos comportamos ante la vida como si nuestro mapa mental fuera el único posible, sin respetar mapas mentales de otras personas que tienen el mismo derecho a existir que el mío. La empatía es una vía para comprender esos diferentes mapas mentales, entender de qué están compuestos, respetar las diferentes creencias, experiencias o formas de actuar ante la vida.
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La empatía es, en definitiva, la habilidad para la conexión humana.
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La empatía es la habilidad que nos permite conectar con los demás y reconocerles como personas tan interesantes, tan necesarias y tan importantes como nosotros mismos.
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La empatía, además, tiene una base fisiológica. Se produce a causa de las neuronas espejo de nuestro cerebro. Estas neuronas nos permiten reconocer a la otra persona y conectar con ella. Por tanto, la empatía forma parte del ser humano en sí mismo.
La empatía necesita mucho de la escucha activa para que funcione adecuadamente, pudiendo comprender lo que la otra persona desea manifestar.
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La empatía es imprescindible para nuestro desarrollo personal y profesional. Se trata de una habilidad necesaria para la interpelación entre personas.
Y como todas las habilidades, cuando mejor funcionan es cuando están equilibradas. Los excesos provocan situaciones excesivas. Respecto a la empatía, su exceso es el paternalismo / maternalismo, que nos conduce a comprender tanto a la otra persona que sus emociones nos pueden arrastrar. Esto no es bueno porque produce una pérdida de objetividad. El defecto de empatía tiende hacia la psicopatía, patología que se caracteriza por un defecto fisiológico en el número de neuronas espejo de esa persona. Una persona con la patología de psicopatía puede hacer mucho daño debido, justamente, a ese defecto en su empatía.
Pero el equilibrio en la empatía conduce a una vida sana en cuanto a las interrelaciones con las demás personas del entorno: familia, amistad, compañeros y compañeras de trabajo. Y es que la empatía es una habilidad imprescindible para desarrollar relaciones saludables con terceras personas.
En la familia permitirá comprender que aunque el cuñado no sea del mismo equipo de fútbol, podamos entender la alegría que le produce que gane. O que si mi hermana no recuerda que no me gusta la cebolla, no me lo tome a título personal.
En el trabajo permite entender que cada persona puede hacer las cosas de diferente manera para llegar al mismo resultado. Permite también comprender cuándo alguien está triste o alegre y actuar en consecuencia. O permite entender que mi compañero o compañera ha tenido una mala noche y hoy no es su día de mayor rendimiento en la oficina.
En el terreno de la amistad permite comprender los mapas mentales de cada persona y valorarlos de la misma manera. O permite entender los argumentos de cada cual para elegir viajar a un lugar u otro de vacaciones conjuntas.
Toda la comprensión que maneja la empatía humana, provoca una mayor fluidez de la comunicación y mejores manifestaciones de respeto entre las personas.
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Existen dos tipos de empatía:
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Empatía emocional.
Se podría decir que es la empatía natural, la que se produce a medida que la persona inicia su desarrollo psicológico y cognitivo. Se produce en la infancia y el entorno tiene mucho que aportar en el desarrollo de este tipo de empatía.
La empatía emocional se desarrolla, de manera natural, en entornos afectivos ‘normales’, en entornos donde la afectividad se manifiesta sin cortapisas y de manera natural.
La empatía emocional permite sentir lo que la otra persona está sintiendo.
Esta empatía se desarrolla en el bebé y en el niño, en los primeros años de la vida. Se produce de manera espontánea, debido a las neuronas espejo que nuestro cerebro genera. Por eso cuando un bebé llora, el que tiene delante es muy probable que también lo haga. Y lo mismo cuando uno ríe, el otro también, sin saber aún por qué. Las neuronas espejo es lo que hacen: imitar el comportamiento de la otra persona, como si de un espejo se tratara. El entorno, como se ha comentado anteriormente, también es un factor importante en el desarrollo de la empatía emocional en la etapa de la infancia.
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Empatía cognitiva.
Ahora bien… en ocasiones, no se desarrolla esta empatía emocional desde la infancia. Bien por cuestiones fisiológicas, bien por cuestiones ambientales, del entorno.
Hay personas con espectros autistas que tienen un defecto en el funcionamiento de estas neuronas espejo. O hay personas con patologías psicopáticas que tienen un defecto de neuronas espejo. Como también influye el entorno, existen personas que no han tenido una afectividad normalizada en su infancia y eso les ha provocado un defecto en su empatía.
La neurociencia nos dice que la empatía se puede aprender y desarrollar. Quizá, a la empatía cognitiva, le faltará algún detalle que posee, únicamente, la empatía emocional, pero cada persona carente de empatía puede aprender a mejorarla para tener mejores interacciones con las demás personas. Se trata de la empatía cognitiva.
La empatía cognitiva permite saber lo que la persona siente.
Esto quiere decir que cualquier persona con un defecto en su empatía, puede aprender a desarrollarla. Se trata de una excelente noticia.
También existe un sesgo negativo en esta buena noticia. Las personas manipuladoras han desarrollado su empatía cognitiva. Y el hecho de no disponer del rasgo de la empatía emocional que te permite sentir lo que otra persona está sintiendo, puede aportar una frialdad adicional a la persona sin empatía emocional y convertirla en manipuladora porque sabe muy bien cómo una persona se puede sentir, pero no siente el sufrimiento en sí mismo. Este tipo de personas pueden ser dañinas para nuestra vida y sería bueno detectarlas para aislarlas de nuestro día a día.
Pero la empatía cognitiva es un gran descubrimiento para personas que nacen con patologías o diagnósticos con disfuncionalidad en las neuronas espejo, así como para personas que no han tenido el entorno afectivo adecuado. Todas ellas tienen la posibilidad de desarrollar y mejorar su empatía hacia el mundo. Y esto sí es una excelente noticia.
En definitiva, la empatía es necesaria para la interacción humana y para el desarrollo de modelos de relación emocionalmente saludables para la persona. Potenciar la empatía en las organizaciones supone mejorar la comunicación entre los equipos y optimizar recursos a lo largo de todo el proceso de la organización.
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#52SemanasDeInteligenciaEmocional