Hay dos palabras mágicas que cuando se pronuncian producen un efecto inmediato: perdón y gracias.
Y, aunque tienen relación, hoy nos vamos a centrar en la gratitud.
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La gratitud es la capacidad de reconocer a alguien algo positivo que te haya aportado. Y también es la capacidad de agradecerse a uno mismo / una misma algo bueno que ha realizado por sí o por los demás.
La gratitud es lo contrario a la queja y de la negatividad. Dar las gracias es tener en cuenta aquello que hace sentir bien, que valora lo que se tiene… por pequeño que sea. La gratitud es muy necesaria en este tiempo de pandemia y es vital dentro de las organizaciones.
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La gratitud no es sólo la más grande de las virtudes, sino la madre de todas las demás (Cicerón).
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¿Cómo te sientes al obsequiar a alguien con un detalle? ¿Qué siente una persona cuando es obsequiada con un detalle? ¿Cómo es su comunicación no verbal? ¿Sonríe o frunce el ceño?
Una persona con la que se tiene un detalle, puede decirlo o no, pero, con seguridad, agradece el gesto. Los detalles no tienen por qué ser materiales. Puede ser desde un simple abrirle la puerta a alguien que va cargado o un compartir momentos de duda e intimidad con alguien cercano.
Es muy positivo, también, tener gratitud interior, agradecerse tener la capacidad de ayudar a los demás o darse un capricho por un trabajo bien hecho.
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Como se intuye por lo dicho anteriormente, existen dos tipos de gratitud:
La gratitud interior tiene que ver con el reconocimiento hacia uno mismo. En este sentido la gratitud interior equilibra la autoestima y aumenta la serenidad interior.
Te propongo unos ejercicios:
¿Lo hiciste? Justamente eso es gratitud interior.
La gratitud hacia los demás es agradecer los detalles que los demás tienen hacia ti. Y agradecer los detalles que los demás NO tienen hacia ti, también es gratitud. Y cuando uno agradece lo que le pasa, pedir perdón se vuele más sencillo.
Te propongo más ejercicios:
¿Lo hiciste? Justamente eso es gratitud hacia los demás.
Te invito a construir un diario de la gratitud. Se trata de una habilidad que se entrena, por lo que, cuanto más fácil te lo pongas, más sencillo será adquirir el hábito de dar las gracias. Escribe en él, cada día, al menos 3 cosas que te hayan pasado por las que puedas dar las gracias.
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La gratitud transforma morfológicamente el cerebro. Provoca estados de felicidad que permiten la segregación de hormonas que contrarrestan el cortisol (que es la hormona del estrés). Al ir practicando la gratitud como lo expresaba más arriba, el cerebro genera el hábito de agradecer y cambia sus estructuras neuronales.
Al modificarse estas estructuras en el cerebro, provoca una serie de beneficios muy interesantes:
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Desarrollar la gratitud es una cuestión muy positiva para una organización.
Que los colaboradores adquieran la capacidad de darse las gracias entre ellos por los detalles del día a día genera un clima laboral muy positivo para el conjunto de la organización.
Hay aspectos que van ligados a la gratitud: creatividad, innovación, comunicación, inteligencia emocional, empatía… Todos ellos muy necesarios en las empresas actuales para que puedan hacerse un hueco sólido en su mercado.
Desarrollar políticas de gratitud empresarial puede ser un factor de diferenciación clave para atraer a más clientes y mejorar la rentabilidad empresarial.
¿Te planteas desarrollar la gratitud en tu organización? Si tienes dudas, ¡contáctanos!
#52SemanasDeInteligenciaEmocional