Hemos pasado de la obsesión por trabajar a la obsesión por conciliar.
Las generaciones pasadas tenían un objetivo claro: trabajar para sacara sus familias adelante y que sus vástagos vivieran mejor que ellos. La sociedad estaba configurada de una forma diferente a la actual y, prácticamente todos, eran adictos al trabajo… por obligación.
En los momentos actuales, el mercado laboral (aunque no ofrece todos los puestos de trabajo que nos gustaría) ofrece muchas más comodidades a los colaboradores de una organización. La legislación ha ayudado mucho a mejorar las condiciones laborales y en las últimas cinco décadas hemos asistido a un magnífico desarrollo de nuestro país, siempre mejorable, pero un gran desarrollo al fin y al cabo.
Y más allá de legislaciones, muchas empresas estaban trabajando modelos de conciliación muy interesantes con sus colaboradores antes de que la pandemia por coronavirus nos confinara a todos en casa y las empresas tuvieran que tirar de teletrabajo para poder garantizar la seguridad de sus equipos.
Pero ojo! Porque parece que en pocos meses hemos pasado de la obsesión por el trabajo a la obsesión por la conciliación.
La pasada puesta en marcha de control horario en las empresas ya supuso un duro golpe para las políticas de conciliación, puesto que si una empresa permite a una persona trabajar en remoto mientras acompaña, por ejemplo, a un familiar de primer nivel que se encuentra en un hospital, esa persona está obligada a estar entrando y saliendo de una App (en el mejor de los casos) o reflejando en un papel todos los inicios y finales de sus períodos de trabajo diarios, que se van a ir sucediendo en función de las necesidades de su familiar enfermo. Para muchas empresas, este sistema ha supuesto un paso atrás en sus políticas de conciliación y bienestar.
Y no sólo eso… sino que además, las administraciones dejaron como responsables a las empresas de algo que por lo que deben velar ellos y que supone parte de su trabajo: comprobar que las compañías cumplen con la legislación. Pero ¡claro!, es más fácil que las empresas les pasen un informe de las horas que trabajan sus empleados. Resultado: decenas de horas dedicadas (con cargo a la empresa) en poner en marcha esta norma.
Pues bien. Ahora, con esa obsesión por la conciliación, aquellos quienes crean las leyes no se dan cuenta de las ideas que, indirectamente, inoculan en la mente de los trabajadores. Los empleados por cuenta ajena son muy conscientes de los derechos que tienen y de los derechos que les va concediendo la legislación. En la mayoría de las ocasiones no tienen muy claras sus obligaciones, pero sus derechos sí.
Lo que observo últimamente es que, en muchas ocasiones, las personas están más pendientes de la hora a la que se tienen que marchar (para dejar constancia de su salida en el control horario) que de escuchar a un compañero / compañera o de finalizar adecuadamente la llamada con un cliente.
Y toda esta normativa está matando la creatividad de los colaboradores, está matando la posibilidad de desarrollar personas que evolucionen y mejoren profesionalmente en su trabajo.
Porque otro tema especialmente importante son los valores… Quizá fue antes el huevo que la gallina o al revés y nos tenemos que remontar a los centros educativos para contrastar si los alumnos reciben mensajes en los que se les haga comprender que valores como la voluntad y la perseverancia son imprescindibles para conseguir resultados de éxito.
Vivimos en la época de la inmediatez, sin embargo el éxito se cocina con voluntad.
Los colaboradores llegan al trabajo con una gran falta de perseverancia y de voluntad. Y son las empresas las responsables de desarrollar esos valores en los colaboradores si quieren exprimir el talento que llevan dentro. Una labor social que genera costes, muchas veces elevados, para entregarles salarios emocionales que les hagan elegir a esta empresa en lugar de a otra. Un salario emocional que llegan a ver como un derecho adquirido y una obligación por parte de la empresa.
De esta manera, ese salario emocional se desvirtúa con respecto a como fue concebido, que era una forma de mejorar el bienestar de los colaboradores dentro de las organizaciones, para pasar a convertirse en una obligación por parte de la empresa.
Además de todo lo anterior, faltan profesionales de actividades tales como la electricidad, la fontanería o la carnicería. Profesiones que requieren comenzar como aprendiz para ir convirtiéndose en un profesional del oficio. Cuesta encontrar aprendices, quizá porque están faltos de esa voluntad y esa perseverancia necesarias.
En lugar de obsesionarse por legislar, las administraciones se podrían obsesionar por premiar a aquellas empresas que hicieran cosas excepcionales para mejorar la calidad de vida y el bienestar de sus colaboradores.
No digo que no sean correctos los hitos que se han conseguido para proteger a los trabajadores. Pero creo que existe una fina línea entre la normativa y las intrusiones, como por ejemplo alguna carta que ha recibido alguna empresa de nuestro país para invitar a una empresa a que no utilizara lo que en el ministerio de igualdad consideran iconografía machista en unos productos basados en dibujos animados. ¿No se está cruzando esa fina línea de la intromisión? ¿Las empresas tienen que estar permanentemente vigiladas en todos sus movimientos? ¿Es lógico recibir recomendaciones acerca de qué productos desarrollar? ¿Es lógico recibir normas acerca de cómo sonreír a tus colaboradores?
Para cambiar algo, pon el foco en aquello que quieres cambiar. Si la administración quiere que se concilie en las empresas, en lugar de legislar y penalizar, sería más conveniente premiar y publicitar a aquellas que lo hacen fenomenal para que las demás las imiten. Pero a veces me pregunto si realmente se quiere cambiar o simplemente se quiere recaudar.
Soy una fiel defensora del bienestar organizacional y trabajo para que en diferentes compañías para que exista una mejor comunicación, procesos más organizados y un mejor ambiente laboral, apoyando emocionalmente a todos los equipos de la organización. Me encanta mi trabajo y encuentro a CEOs y empresarios realmente comprometidos con su gente.
Ojalá estas empresas fueran puestas de ejemplo por las administraciones públicas para que los demás pudieran aprender.
¡Feliz semana!