SAPIENS lo recomiendo a cualquier empresario, directivo o persona curiosa que desee conocer nuestros orígenes y la manera de transitar por el planeta tierra hasta el momento actual. Permite conocer por qué los seres humanos somos como somos y nos comportamos como lo hacemos, a veces con mucho sentido común y, en otras ocasiones, de manera que puede parecer disparatada, aunque tal vez no lo sea tanto.
He de reconocer que el desarrollo de mi faceta de antropóloga, unido a la experiencia y la observación que se va acumulando con los años, me permiten mirar hacia el mundo de una manera diferente, con una perspectiva más amplia, sin juzgar y con la mirada infantil que lo curiosea y lo olfatea todo para llenar un cerebro todavía ávido de información. La lectura del libro Sapiens ha sido una experiencia de descubrimiento, de recuerdo, de reflexión y de apertura de ideas. Para quien quiera conocer nuestros orígenes como especie y por qué hemos llegado hasta este momento de la manera que lo hemos hecho, es una lectura muy, muy, muy recomendable.
He de reconocer que algunos días dejaba la lectura con una sensación de desasosiego, de incomprensión sobre lo devastadores que podemos ser los seres humanos. Sin embargo, el libro presenta una realidad tan bien hilvanada que cuando abría la mente y aceptaba el hecho de que aquello que nos puede destruir también es lo que nos ha hecho evolucionar, la sensación con la que dejaba la lectura tornaba a una admiración inmensa por la especie humana y todo lo que hemos llegado a ser capaces de conseguir.
Pudiera parecer, sobre todo para algunas personas, que cualquier tiempo pasado fue mejor… y sin embargo, nada más lejos de la realidad. El libro cuenta cómo los asentamientos que surgieron después de una vida nómada comenzaron a dar forma a las grandes sociedades actuales. Es sumamente interesante el concepto que traslada acerca de cómo se crean los imperialismos que han dado forma a nuestra especie a través de diferentes sociedades.
En este sentido, la aproximación que hace el autor acerca de la colaboración y cómo influye esta en la creación de sociedades y de ficciones asociadas a esas sociedades como la vía de compartir algo común, creencias compartidas a través del poder de la comunicación es realmente interesante. Estas creencias compartidas dan origen a cuestiones como las grandes religiones que, ya desde su creación, son generadoras de líderes y de movimientos de grandes grupos de personas asociados a ese liderazgo.
Interesante también me resultó la reflexión sobre lo innecesario de las guerras por la posesión de terrenos y bienes en este momento, pues nuestra sociedad ha evolucionado mucho, afortunadamente, y lo más importante de nuestra época se centra en el conocimiento y en la generación de ideas y esto no se conquista con las armas.
El poder de la comunicación siempre ha acompañado al desarrollo humano. Y en el libro se encuentran muy buenas reflexiones con respecto a la comunicación humana. Por ejemplo, con la invención del lenguaje (alfabeto) como una vía común de comunicación. Una invención del lenguaje que dio paso a una compleja red de narraciones que provocaban la unión de los grupos. Posteriormente, en la revolución industrial, con la aparición de la imprenta, se ofrecía una capacidad infinitamente mayor de que la información llegase a todo el mundo. Y la aparición de Internet y todas las conexiones móviles, que permiten, además, que esa información accesible a todos lo sea en tiempo real es algo maravilloso nacido de la mente humana.
El chismorreo, otra forma de comunicación, toma un papel relevante en esa construcción de grandes sociedades. El libro cuenta cómo los chismosos son el cuarto poder original, un tipo de periodistas que informan a la sociedad y, de esta manera, la protegen de tramposos y gorrones, porque el chismorreo se suele centrar el las fechorías que hacen los demás.
La creación de grandes sociedades que se generan con los asentamientos en la revolución agrícola tienen una esencia muy curiosa: mantener a más gente viva en peores condiciones. El libro explica cómo esas sociedades dan lugar a la creación de la moneda, en su momento necesaria para el buen entendimiento entre las personas que comerciaban, para dar lugar a un culto excesivo que convertía los lujos iniciales en necesidades posteriores. Y también reflexiona en la forma actual de dinero, una forma rara que no existe en los bolsillos ni en las cajas en las casas de la gente, sino en los servidores informáticos y en las pantallas de ordenadores.
Las reflexiones del autor acerca de la forma de actuar del Homo Sapiens a partir de la revolución cognitiva son también curiosas. Si bien cualquier persona distingue entre un «nosotros» y un «ellos» para referirse a aquellas personas que están dentro o fuera de su círculo inmediato respectivamente y cómo el interés de cada persona se centra más en el «nosotros» que en «ellos», a partir de la revolución cognitiva la gente comenzó a cooperar de manera regular con personas totalmente extrañas, a las que imaginaban como «amigos». Un ejemplo muy actual de este tema son nuestras archiconocidas redes sociales.
Aunque parezca mentira, según el autor, los tres grandes unificadores de la humanidad han sido las religiones, los imperios y el dinero. Un dualismo porque esas mismas cosas han hecho también muy desgraciadas a las sociedades y a las personas. Pero la evolución, probablemente, no hubiera sido tan rápida y eficaz sin estos unificadores.
Pues parece que la historia no se puede predecir porque es caótica. Además, existen diferentes niveles de caos. El caos de nivel uno -tiempo meteorológico, por ejemplo- es un caos que no reacciona a las predicciones sobre él. Pero el caos de nivel dos -los mercados financieros, por ejemplo- reacciona a las predicciones sobre él y, por tanto, nunca se podrá predecir de forma exacta. Cuando se hace una predicción sobre la cotización de algo, ya se está influyendo sobre ello y modifica los resultados.
Cuando el autor reflexiona sobre la historia económica moderna y la relaciona con una única palabra, «crecimiento», uno empieza a comprender el gran lío en el que nos hemos metido de manera irremediable, gracias a las metáforas que utiliza. Uno descubre cómo el dinero que aparece en esos servidores es inventado y no hay dinero en el mundo capaz de pagar las deudas que se han generado, basado en una confianza que gestionan las grandes corporaciones financieras que mueven el dinero de un lado a otro pareciendo que hay más de lo que realmente hay. Se comprende a través de las palabras del autor el origen de las grandes crisis económicas vividas en nuestra historia más reciente y a nivel mundial.
Y volvemos a entender cómo las personas influyen de manera decisiva sobre todo lo que tienen a su alrededor, ya sea capital o riqueza. Uno de los ejemplos contados por el autor que más me impactaron es cuando se refiera a cómo un país con riqueza natural, pero con un gobierno despótico, guerras endémicas y un sistema judicial corrupto, recibirá una baja calificación crediticia y, por ende, seguirá siendo pobre hasta los restos. Pensemos en los eternos países en vías de desarrollo que no se terminan de desarrollar nunca… ¿les falta riqueza o les sobran indeseables en el gobierno? Sin embargo un país carente de riqueza de recursos naturales, pero en paz, con un sistema judicial justo y un gobierno democrático y libre recibirá una alta calificación crediticia y continuará siendo rico hasta tiempos inmemoriales… ¿nos viene a la cabeza algún país de este tipo? Yo no lo había visto nunca de esa manera… ¿y vosotros?
También se dedica un capítulo a reflexionar acerca de cómo los excesos de producción para las sociedades desarrolladas ha contribuido a no tener en cuenta las necesidades emocionales de los animales. Algo que da como resultado culturas como el veganismo radical que no vienen sino a defender, de una manera extremista aunque con cierto sentido, esta desmesura en la producción de alimentos, tan necesaria, por otro lado, para abastecer las necesidades de una población cada vez más extensa. Aunque millones de años nos han diseñado como especie para vivir y pensar como miembros de una comunidad, tan sólo han bastado dos siglos, gracias a la revolución científica y tecnológica, para convertirnos en individuos alienados.
Y llegamos al final del libro… ¿somos seres más felices después de toda la evolución conseguida hasta el momento? ¿hacia dónde se encamina la humanidad? No me gustaría hacer demasiado «spoiler» del final y, por tanto, dejo estas cuestiones abiertas para la reflexión personal o para mantener el interés de aquellos que prefieran recorrer el agradable camino de leerse este libro.